
Durante décadas, Cancún fue sinónimo de vacaciones paradisíacas: arena blanca, aguas turquesas y hoteles de lujo. Sin embargo, en los últimos años su imagen se desgastó. Un informe de Radical Storage, elaborado a partir de 97.409 reseñas de visitantes en 100 de las ciudades más visitadas del mundo, lo ubicó como el destino que más decepciona a los turistas a nivel mundial, un título que contrasta con los más de 10 millones de pasajeros internacionales que recibe cada año.
“¿Es Cancún un destino sobrevalorado?”, le preguntó Infobae a Romina Mirabella (39), una argentina que vivió 12 años en esa ciudad paradisíaca y en 2023 se mudó a Mérida, ubicada a dos horas de allí. Y aunque ella destacó su belleza natural y su infraestructura, admitió que las experiencias no siempre están a la altura de las expectativas.
Precios elevados
El primer punto de conflicto es el económico. Muchos viajeros coinciden en que Cancún se volvió un destino inaccesible. Las tarifas de los hoteles, excursiones y restaurantes aumentaron de forma sostenida en los últimos años, impulsadas por la demanda internacional y la dolarización del turismo. “Los precios no reflejan el de una nación sudamericana, sino de Europa o los de Estados Unidos”, se lamentó Romina.

Contó que existe una gran diferencia de precios entre la zona hotelera y el resto de la ciudad: “Un agua en una tienda de conveniencia céntrica te puede salir fácilmente el doble de lo que te sale del otro lado de Cancún, donde no es la zona turística. Y ni hablar de los restaurantes”.
En lo que respecta a los taxis, se quejó de que no hay tarifas fijas: “Cuando voy a tomar uno, le digo a mi esposo que hable él, que es mexicano, porque si te escuchan con un acento diferente te cobran el triple. Se aprovechan muchísimo de los turistas”.
Pérdida de identidad cultural
La zona hotelera de Cancún, con su avenida principal repleta de resorts y cadenas internacionales, concentra gran parte del turismo. Ese modelo de desarrollo, basado en grandes complejos frente al mar, diluye el carácter local y cultural que muchos viajeros buscan.

“Cancún se volvió yankilandia”, aseguró Romina, al referirse a que la construcción de edificaciones imponentes y majestuosas es similar a la de Miami. “Ya casi no quedan mercados de artesanías. Son todos shoppings con marcas internacionales. Si querés eso, te vas a Miami. En Cancún uno busca otra cosa, algo más auténtico. Esto está desapareciendo”, admitió.
La argentina asegura que la ciudad mexicana perdió su esencia: “Era una zona selvática, con raíces mayas muy marcadas. Pero cuando descubrieron su potencial turístico, empezaron a talar, construir y desplazar gente. Hoy es una ciudad llena de hoteles, precios disparatados y playas saturadas”.
Expectativas infladas por el marketing vs playas privadas e invasión de sargazo
Cancún fue durante años el emblema del turismo caribeño, pero esa fama también juega en su contra. Las redes sociales, los influencers y las agencias promocionan un paraíso sin defectos. Este año hubo un esfuerzo de las autoridades de mostrar las playas limpias, cuando en la práctica estaban repletas de sargazo y afectaron la experiencia, sobre todo en la temporada alta (julio y agosto).

Según relató Romina, el gobierno no estuvo a la altura del problema y utiliza los recursos turísticos de manera poco transparente. Actualmente, cada hotel le cobra a los turistas -por orden oficial- un impuesto de saneamiento ambiental por noche de 4 dólares, que se abona al momento del check-out.
“Básicamente lo que todo el mundo sabe acá es que el gobierno se mete todo el dinero en el bolsillo y las moneditas que le sobran las tiran para que hagan algo. Mientras ellos sigan subiendo fotos viejas, fakes de hace ocho años, donde se ve todo limpito y perfecto, la gente no se entera. Ya cuando llegás, pagaste el hotel, el avión, y no podés pedir que te devuelvan la plata”.
La situación se repite con el mantenimiento urbano: “Las calles están destruidas, hay baches por todos lados. Parecen cráteres de la Luna. No invierten nada, a pesar de recibir millones de turistas al año”, dijo con ironía.

Otro aspecto que decepciona a muchos viajeros es el acceso restringido al mar. “Los hoteles se adueñaron prácticamente de toda la costa. Hay muy pocos espacios públicos y están llenos. Si te ponés en una playa frente a un hotel, enseguida viene el personal de seguridad a decir que te retires”, explicó Romina.
Aunque las playas son legalmente públicas, la realidad es otra. “Te pueden sacar igual, y muchas veces los accesos están bloqueados por construcciones o por zonas peligrosas. No podés caminar libremente por toda la costa”, ejemplificó.
Seguridad y violencia: la otra cara del paraíso
“Es común ver camionetas o cuatriciclos con policías encapuchados y armas largas. No solo por las calles céntricas sino también en las playas. No se tapan la cara para cuidarse del sol, como muchos creen, sino para que los delincuentes no los reconozcan y tomen represalias contra sus familias. Acá, la violencia está naturalizada”, relató.

Para Romina, la violencia se volvió impredecible y las balaceras ocurren a cualquier hora del día, incluso en lugares que frecuentan los turistas. Basta tan solo con recordar un tiroteo entre bandas narcos antagónicas dentro del Hotel Hyatt, en noviembre de 2021, que ganó las portadas de los principales diarios internacionales.
“Una amiga me contó que un amigo suyo fue a comer a un restaurante en Cancún. Los meseros tenían remeras rojas. Él también llevaba una roja. Entraron unos hombres armados a matar a los mozos y lo mataron a él también, solo por el color de la ropa. Eso pasó hace poco – recordó -. Pero todo el mundo mira para otro lado porque hay complicidades. La policía está arreglada con los cárteles, por eso nadie dice nada”.

El precio de la fama
Romina también lamentó que los millones de dólares que ingresan a Cancún por el turismo no se trasladen a mejorar la calidad de vida de sus habitantes. “Esa plata no vuelve en obras, ni en limpieza, ni en seguridad. El gobierno se queda con todo. Mientras tanto, los turistas pagan precios europeos y viven una experiencia que muchas veces no está a la altura”, denunció.
“Cancún es un paraíso, sí, pero uno maquillado. Detrás de las postales perfectas hay desigualdad, inseguridad y abandono. Es un lugar hermoso, pero vacío de lo que alguna vez lo hizo único”, concluyó.

De Hurlingham a Cancún, la historia de Romina
Romina Mirabella nació en Hurlingham, en la zona oeste del Gran Buenos Aires, y desde joven se dedicó al mundo del fitness y el baile. Licenciada en Educación Física y especializada en entrenamiento funcional, combinó durante años ambas pasiones. Su espíritu inquieto y aventurero la llevó a vivir en Puerto Rico, donde trabajó como directora en una academia de danza. Aquella experiencia fue el primer paso hacia una vida nómade, marcada por la búsqueda de nuevos horizontes.
“Me gustó mucho el Caribe, la arena blanca, el mar turquesa, toda esa magia. Y un día dije: ‘Quiero aventurarme’. Todos me hablaban maravillas de Cancún, así que me lancé”, relató.

Corría el año 2002 cuando Romina decidió dejar Buenos Aires. Tenía poco más de veinte años y la determinación de empezar de cero. Ahorró, preparó sus valijas y viajó sola, a pesar de la preocupación de su familia. “El que no arriesga no gana”, dijo con convicción.
Apenas una semana después de llegar, su destino cambió. Hospedada en un hotel all inclusive, conoció a quien sería su pareja y padre de su hijo, que hoy tiene 11 años. “Fui a una fiesta de graduación en un hotel, conocí a mi actual pareja y desde ese momento estamos juntos. Todo se conectó”, recordó.
El proyecto de vida se consolidó en Cancún, donde ambos crearon una empresa dedicada al bienestar físico y nutricional, que tiene una comunidad on line compuesta por casi 450 mil seguidores. “Yo soy la cara visible de @teamromypower. Me ocupo de las clases, del fitness, y él de la parte de nutrición y administración”, explicó.

Sin embargo, con el paso de los años, el sueño de vivir en un paraíso comenzó a desmoronarse. “Cancún terminó siendo un lugar muy distinto al que me habían vendido, y la inseguridad nos terminó expulsando a la ciudad de Mérida”, resumió.
Esa dualidad define hoy a Cancún. Por un lado, un destino líder en Latinoamérica, con servicios de clase mundial y un desarrollo turístico que lo posiciona junto a Miami o Punta Cana. Por otro, una ciudad que perdió parte de su identidad original entre el cemento y los paquetes “todo incluido”.

El encanto sigue ahí, pero escondido detrás del marketing. El viajero que espera autenticidad y contacto con la cultura mexicana puede salir decepcionado. En cambio, quien busca confort, playas limpias y entretenimiento sin complicaciones probablemente se enamore.



