La nueva CGT que acaba de asumir sabe que su gestión estará signada por la reforma laboral que impulsa Javier Milei y que puede terminar en un acuerdo o en una guerra declarada. Lo admitió Cristian Jerónimo, el más joven de los flamantes cotitulares cegetistas, de 41 años. Cuando Infobae le preguntó si la central obrera está más cerca o más lejos de una medida de fuerza por los cambios laborales que se proyectan, respondió: “Depende de la voluntad que tenga este gobierno”.

¿Pero la CGT está dispuesta a negociar la reforma laboral? “Estamos dispuestos no a negociar sino a sentarnos en una mesa -afirmó-. Negociar sería hoy ir ciegamente a discutir algo que están proponiendo ellos. Nosotros también tenemos propuestas».

Titular del Sindicato de Empleados de la Industria del Vidrio y Afines de la Argentina (SEIVARA), Jerónimo representa a una nueva generación que llega al máximo escalón de la CGT dentro de un sindicalismo que en general se resiste a renovar sus caras y sus métodos. De por sí, un grupo de poderosos gremios rechazaba su llegada al triunvirato, pero, promovida por Gerardo Martínez (UOCRA), inició una paciente de persuasión entre colegas de un amplio espectro sindical que suele estar fuera del radar de la dirigencia más encumbrada.

Cristian Jerónimo, con Octavio Argüello, Jorge Sola y Gerardo Martínez, al finalizar el congreso de la CGT (Foto: Jaime Olivos)

Ahora, que liderará la CGT junto con Octavio Argüello (Camioneros) y Jorge Sola (Seguro), el dirigente brindó su primera entrevista con un mensaje hacia la interna sindical: “Primero quiero reivindicar el logro que pudimos concretar en el congreso de la CGT, consolidando la unidad de prácticamente todos los sectores; es un mensaje contundente de cara a la sociedad y también al Gobierno de que el movimiento obrero está unido”, dijo.

“Hago hincapié en esto porque es importante para el desafío que tenemos por delante, que es la discusión que el Gobierno plantea sobre una reforma laboral, que desde nuestra perspectiva es regresiva porque las cosas que dejaron trascender implican una reforma con quita de derechos y estamos totalmente en desacuerdo en eso», advirtió el flamante cosecretario general de la CGT.

Aun así, Jerónimo admitió que “hay un nuevo mundo del trabajo muy vertiginoso, muy dinámico, y está claro que, siendo muy inteligentes y creativos, vamos a tener que construir estratégicamente nuestro propio proyecto porque hoy en la Argentina tenemos prácticamente un 43% de trabajadores en la informalidad”.

¿Usted admite entonces que hay que hacer algún tipo de cambios en la legislación laboral?

— No, creo que sobre la base del instrumento estratégico que tienen las organizaciones sindicales, que son los convenios colectivos, nosotros estamos dispuestos a discutir. Y no solamente estamos dispuestos sino que hoy sucede. Antes pasaba una vez al año, cuando se sentaban las partes empresarial y sindical, y se ponían de acuerdo. Pero el convenio colectivo no solamente es para discutir salarios, sino que se pueden discutir todo tipo de modernizaciones y actualizaciones. El convenio de mi actividad está modificado en el 2013 y cada vez que entendemos que hay que hacer alguna variación de alguna función en particular se la sumamos porque también es parte de la dinámica y de la tecnificación que viene teniendo nuestra industria. Hay que respetar las herramientas y los instrumentos que ya existen y que demostraron que sirven. ¿Por qué degradarlas?

— ¿Muchos convenios no vienen de los años 70?

— El Gobierno plantea que los convenios colectivos son del año 75, pero no conozco uno que sea de ese año. Por eso tenemos que construir un ámbito de diálogo sincero, sostenible, tripartito, para que que entendamos cuáles son las necesidades y los desafíos que tiene el mundo del trabajo para la Argentina, que tiene una economía particular y un proceso político difícil. Es una cuestión mucho más amplia la que hay que plantear y no solamente siempre se ajusta por el hilo más delgado. Parece que la culpa de lo que le suceda a la Argentina cuando fracasa la política es de los trabajadores o de los sindicatos que interfieren. La culpa es de los políticos que tienen la responsabilidad de llevar el país adelante.

Mencionó el 43% de trabajadores no registrados, pero ¿para que esos trabajadores pasen al empleo formal no depende de facilitarle la contratación al sector empleador modificando la legislación?

— Sí, en la medida en que no sea regresivo. Desde la CGT y cada institución gremial tenemos que tener la capacidad de pasar a la ofensiva y decir: “¿Quieren discutir la modernización laboral? No hay ningún problema». Hay diferentes partes del mundo en donde se está reduciendo la jornada laboral y acá nos están planteando extender la jornada laboral. Nos plantean discusiones que en el mundo ya están saldadas. Si es una realidad, como muchas veces plantea el Gobierno, que quiere que nos parezcamos más a los países desarrollados, tenemos que empezar por respetar los derechos de los trabajadores.

— ¿Qué puntos de la legislación laboral estarían dispuestos a negociar para generar empleo?

— No sé si algún punto en particular. Nosotros tenemos equipos técnicos y diputados de extracción sindical. Hay que trabajar para construir una legislación que permita que todos esos trabajadores que hoy están en la informalidad laboral puedan tener un trabajo formal. Hay países, como el caso de España, que tienen una ley sobre el trabajo en las plataformas que funcionó. Hay que copiar las cosas buenas y ver si se puede instrumentar en nuestro país, que tiene una idiosincrasia particular. Pero no podemos invisibilizar a ese 43% que está en la informalidad. La CGT no sólo representa a los trabajadores formales sino que tiene la enorme responsabilidad de representar a todos. En este caso, son trabajadores a los que hay que darles la oportunidad de un trabajo formal para devolverles derechos y condiciones básicas que permiten tener movilidad social ascendente.

Una reunión de trabajo del Consejo de Mayo, con la presencia de la CGT

— ¿Cuál va a ser la estrategia de la CGT ante la reforma laboral? Gerardo Martínez es el representante sindical en el Consejo de Mayo, pero ¿hablarán con los gobernadores y los legisladores para que el proyecto no sea tan duro como quiere el Gobierno?

— Haremos todo lo que nos permita generar masa crítica para que no nos terminen imponiendo algo que vaya en contra de los intereses de lo que representamos, que es el mundo del trabajo. Por ejemplo, hablar con los gobernadores y con legisladores, separando la cuestión ideológica. Tenemos que tener la capacidad de poder hablar con todos y también generando las condiciones básicas para construir desde la CGT una mesa para plantear por qué entendemos que el Gobierno propone una reforma regresiva. Quedó muy claro que cuando este gobierno asumió y quiso imponer el DNU 70 y terminó frenado en la Justicia. La CGT en ese momento accionó muy rápidamente. Y las medidas que tomó el Gobierno en materia laboral no tuvieron ninguna eficacia. Desde quitarle las multas al trabajo en negro hasta crear la figura de un trabajador colaborador que puede tener hasta tres personas o más a cargo, pasando por el Fondo de Cese Laboral que no se implementa prácticamente en ninguna actividad, sacando la UOCRA, que tiene sus particularidades y donde sí funciona. Quedó demostrado que cuando se toman decisiones unilaterales no tienen impacto real en nuestra economía ni en el desarrollo de nuestro país. Todo lo contrario. Se perdieron arriba de 200 mil puestos de trabajo y cerraron 20 mil pymes. Entonces, es un llamado de atención al Gobierno.

Federico Sturzenegger, Sandra Pettovello y Julio Cordero, a cargo de la reforma laboral del Gobierno

¿En qué sentido?

— Hay que construir mesas que sean tripartitas donde discutamos lo que haya que discutir, pensando en la Argentina por sobre todas las cosas. Nosotros representamos los intereses de los trabajadores, pero también necesitamos que le vaya bien a nuestro país. Y necesitamos que este gobierno tenga una agenda muy concreta en lo que es la producción, el desarrollo y el trabajo, tres ejes vertebrales que la CGT reivindica. Bueno, hasta ahora no vemos esa agenda. Todo lo contrario. Supuestamente somos aliados de Estados Unidos, como plantea el Gobierno. Pero Estados Unidos blinda su economía, su industria nacional, y nosotros hacemos todo al revés con una apertura indiscriminada de productos. Nosotros mismos estamos empujando a romper nuestra matriz productiva. Este gobierno está empujando a romper la matriz productiva de la Argentina.

— ¿No hay temor de que a partir del resultado electoral, con un triunfo contundente de Milei, haya funcionarios como Federico Sturzenegger que quieren una reforma laboral más dura?

— No, temor no le tenemos a nadie desde el momento en que asumimos los desafíos. Y además no tenemos temor porque tenemos la capacidad suficiente para sentarnos a dar los debates que sean necesarios en cualquier ámbito. Lo que no nos gusta es que nos vengan a imponer las cosas o que algún outsider termine planteando cosas que son ilógicas. Federico Sturzenegger pasó por varios procesos políticos de la Argentina y hasta ahora ha demostrado que no fue muy exitoso.

Hay sindicalistas que pasaron por varios procesos políticos de la Argentina y no fueron exitosos.

— Sí, pero, conociendo a la gran mayoría, a ninguno de los sindicalistas le interesa que le vaya mal a la Argentina. No tenemos algo personal contra el Gobierno. Si mañana viniera y planteara una agenda virtuosa y propositiva, bienvenido sea. El problema es que todo lo que plantea va a contramano ya no de los intereses del sector trabajador, sino de los intereses de la ciudadanía en su conjunto. Tampoco somos ingenuos y desconocemos el apoyo que tuvo en la última elección. Somos muy respetuosos de la voluntad popular, pero no creo que la sociedad le haya dado el voto para confrontar, para que le quite derechos, para que le baje salarios. Antes de ser presidente, Milei planteaba muy claramente: no queremos interferir en las discusiones entre privados. Y el Gobierno hoy interfiere en las discusiones entre privados pisando las paritarias, poniéndole un cepo, pisando las jubilaciones, sacándole indiscriminadamente subsidios a los discapacitados.

Javier Milei festeja junto a simpatizantes su triunfo en las elecciones del 26 de octubre (Foto: Reuters/Cristina Sille)

— ¿La CGT está más cerca o más lejos de una protesta por la reforma laboral del Gobierno?

— Depende de la voluntad que tenga este gobierno.

Ustedes están dispuestos a negociar.

— Estamos dispuestos no a negociar sino a sentarnos en una mesa. Negociar sería hoy ir ciegamente a discutir algo que están proponiendo ellos. Nosotros también tenemos propuestas.

Bueno, la CGT está en el Consejo de Mayo.

— Pero todavía de ahí no salió nada concreto. Hasta ahora se habla lo que deja trascender el Gobierno en algunos medios. Nosotros también vamos a encontrar ahí nuestra propia propuesta. No es que nos vamos a sentar a negociar lo que ellos plantean. Queremos discutir todo. Queremos volver a discutir el Impuesto a las Ganancias. ¿Por qué los trabajadores tienen que pagar ganancia cuando estamos peor que antes? Porque no es que los trabajadores estén holgados. Dijeron que nos iban a salir los dólares por las orejas. No está sucediendo eso.

¿Quiere decir que la CGT busca elaborar su propia propuesta de reforma laboral?

— No, lo que digo es que los sindicatos tienen un instrumento que son los convenios colectivos de trabajo. Sobre esa base nos vamos a apalancar y vamos a seguir discutiendo.

Es decir, ¿aceptaría cualquier cambio siempre que sea a través del convenio colectivo de trabajo acordado entre empresarios y sindicalistas?

— No lo aceptamos tampoco. Estamos dispuestos a discutirlo. Estamos dispuestos a sentarnos y a debatir. No nos nos vamos a sentar sesgadamente en una mesa con imposiciones. Si nos sentamos en una mesa en un ámbito tripartito, en el cual vamos a discutir con voluntad política de que se definan distintas cuestiones, lo analizaremos puertas adentro. La CGT funciona como un órgano colegiado. No depende de los tres secretarios generales sino del Consejo Directivo y de la mesa chica donde se toman las decisiones.

Gerardo Martínez y Cristian Jerónimo, con la directora del FMI, Kristalina Georgieva

¿Cómo definen una estrategia sindical luego de que Milei fue votado por muchos trabajadores que están afiliados a sus gremios? Ustedes reclaman contra el cepo de las paritarias y por mejores condiciones de trabajo y sus trabajadores votan este gobierno.

— Es que este gobierno es una consecuencia de que algo fracasó. Y si miramos hacia para atrás, los trabajadores tampoco encuentran una alternativa que los vuelva a convencer de que realmente le puede transformar la vida o le genere alguna expectativa distinta. Si nosotros queremos hacer algo distinto con los mismos actores que nos dijeron “Te vamos a sacar adelante” y fracasaron… En Argentina vivimos en democracia, cada uno tiene la libertad de expresarse. En este caso, por lo que fueron los números de la elección, un sector donde seguramente se engloban trabajadores también ha demostrado que prefiere seguir dándole el apoyo a este gobierno. Pero genera una preocupación muy grande el grado de endeudamiento que estamos teniendo porque va a dejar condicionada a la Argentina por muchísimos años. También hay que prestar atención porque hay un gran porcentaje de la sociedad que no está yendo a votar y eso se traduce en frustración. La gente ya no cree que la política le pueda transformar su vida. Bueno, me parece que ahí hay un trabajo por hacer también.

— Usted mencionó el fracaso de los gobiernos o de partidos políticos. ¿Siente que la CGT y el sindicalismo forma parte de ese fracaso en la Argentina?

— No somos ajenos a que a la Argentina le vaya mal. Todos tenemos un poco de culpa. Es una realidad.

Alberto Fernández, con Héctor Daer y Carlos Acuña durante un acto en la CGT (Foto: Nicolás Stulberg)

— ¿Qué otra autocrítica haría desde el sindicalismo?

— Creo que en su momento, cuando tuvimos gobiernos que eran más afines a nosotros, no tuvimos la firmeza suficiente para plantearle cuestiones básicas.

— Se refiere al gobierno de Alberto Fernández.

— Exactamente. Por ejemplo, el gobierno de Alberto Fernández, como para plantear cuestiones básicas, decir: “Che, nos estamos equivocando en esto, tenemos que cambiar el rumbo y si no, basta, se acabó”. Más allá de que hubo una pandemia, también hubo errores que son insalvables y los tuvo el presidente en ese momento, que era Alberto Fernández. Entonces, cuando pasás por una cuestión así, con tantos errores consecutivos, con un gobierno que prácticamente no tenía oficialismo porque cuando perdió una elección intermedia le renunció medio gabinete, la sociedad en algún momento te lo devuelve porque no era lo que tanto demandaba. Tenemos de todo para ser un país importante, recursos naturales, mano de obra calificada, tenemos científicos, tenemos Premios Nobel, tuvimos Papas, jugadores de fútbol que se destacan. Con eso, cualquier otro país sería una potencia. Muchas veces nos terminamos autoflagelando y haciéndonos daño a nosotros mismos por estas cuestiones. No podemos construir un diálogo en el cual todos entendamos que necesitamos que le vaya bien a nuestro país. Seguramente todos vamos a tener que ceder algo. Necesitamos que la Argentina vuelva a tener un proyecto de país inclusivo, federal, que vuelva a mirar mucho el interior del país, que estratégicamente construya una agenda a corto, mediano y largo plazo.

El ministro de Economía, Luis Caputo, y el titular de la UIA, Martín Rappallini

¿Cuál es su mirada sobre el empresariado? Porque algunos dirigentes tienen una mirada más dura del sector empleador y hay otros con una mirada más comprensiva y más proclive el diálogo.

— Es nuestra contraparte natural. El que dice “yo no quiero hablar con los empresarios” tiene que repensar si le gusta lo que hace. Para todos lo que venimos del mundo sindical, nuestra contraparte natural es el sector empresario. Y nos sentamos, discutimos, nos enojamos, pero después tenemos claro que nos tenemos que volver a sentar. Y la CGT, que tiene una representación mucho más amplia, más federal, tiene la responsabilidad de sentarse también en una mesa de diálogo con el sector empresario. Si no, ¿con quién, con quién vamos a hablar? Más allá de que podemos estar más de acuerdo con las cosas que ellos plantean o con los posicionamientos que tienen según los procesos políticos de la Argentina.

— ¿A qué se refiere?

— Cuando hay un gobierno más cercano al movimiento obrero, el empresariado se acerca más al mundo sindical y cuando tiene un gobierno más liberal, más de derecha, trata de aprovechar y avanzar algunos casilleros para ver cómo puede conseguir mejores beneficios. Si no construimos un equilibrio entre capital y trabajo va a ser muy difícil que la Argentina pueda salir adelante. Son dos actores preponderantes en cualquier matriz productiva. Y si hay algo que el país necesita es que todos nos pongamos de acuerdo y empujemos para el mismo lado.

¿Cómo imagina que será el proceso de recomposición del peronismo con esta nueva CGT? Porque siempre el sindicalismo fue parte de la estrategia del PJ, sobre todo en las elecciones.

— El reservorio ideológico del peronismo descansa en las organizaciones gremiales y ni hablar de la CGT, que es un actor preponderante a la hora del rearmado del peronismo. Hay que darse una discusión muy profunda, barajar y dar de nuevo. Hay un gran porcentaje de la sociedad que está demandando otra cosa. Ya no alcanza con decir: “Nosotros te dimos esto, te dimos aquello, te conseguimos estas conquistas”. La gente aspira a otras cosas. En algún momento hubo un proceso histórico que tuvo la Asignación Universal por Hijo y un montón de beneficios transformadores, pero hoy la gente nos dice: “Todo bien, pero yo quiero otra cosa”.

¿Por eso perdió el peronismo las elecciones?

— Sí. Creo que en algún momento se construyó un relato de que fue muy difícil salir y que no se dieron las discusiones que se tenían que haber dado en el momento justo. Por ser permeable en algunas cuestiones y por priorizar, en pos de la unidad, el amontonamiento, nos terminó pasando lo que nos pasó. Me siento una persona formada dentro del peronismo, pero tenemos que aggiornarnos, tenemos que modernizar y construir un mensaje que les llegue a los distintos sectores. No podemos solamente hablarle a cierta clase y pensar que no le podemos llegar a otro. El desafío más grande es estar convencidos de que podemos representar a toda la Argentina y que construir una propuesta virtuosa que vuelva a enamorar, con puntos muy concretos para transformar la Argentina. El peronismo va a volver a gobernar la Argentina, pero tiene un gran desafío que es ver cómo se reconstruye de la mejor manera con otros actores. Porque la ficha siempre la tienen los mismos.

— Usted apoyó a Axel Kicillof en las últimas elecciones. ¿Es el mejor candidato del PJ para 2027?

— No sé, se discutirá en su momento. Sería muy apresurado decirlo ahora y sería cerrarle la puerta a una construcción mucho más grande. Creo que Kicillof va a ser un actor porque gobierna la provincia más importante de la Argentina y es un gobernador que, con todos los problemas financieros que tiene la provincia de Buenos Aires, ha demostrado que tiene cierto grado de gestión, que no es menor, en una provincia con todas las dificultades tiene históricamente. No alcanza con él solo.

— ¿Y Cristina Kirchner? Algunos creen que es un obstáculo para que el peronismo se reconstituya.

— Cristina fue dos veces presidenta y una vez vicepresidenta, tiene una historia en la política argentina y su voz pesa en cualquier armado político. No lo he hablado con ella, pero entiendo que apuesta a que la Argentina vuelva a ser gobernada por el peronismo y, desde el lugar que le toque, va a acompañar.

Axel Kicillof, con Cristian Jerónimo y otros dirigentes de la CGT, tras la elección bonaerense

— Usted es uno de los dirigentes más jóvenes de la historia que llega al máximo puesto de la CGT. Le ganó Gerardo Martínez, que asumió en 1995 cuando tenía 39 años. ¿Qué tiene en mente para renovar a la CGT y para que tenga más llegada entre los trabajadores?

— Creo que le tenemos que dar una dinámica totalmente distinta y ser muy aperturistas, convocar a todos aquellos sectores que en algún momento se alejaron de la CGT. Hoy en la CGT hay prácticamente 300 gremios que son confederados, pero en Argentina hay muchos más. Hay que ir a buscarlos a todos, convocarlos, que participen, construir mesas sectoriales en la CGT.

¿Para generar propuestas?

— Exactamente, para generar propuestas sobre los trabajos del futuro, la Inteligencia Artificial, la tecnificación, la robótica, y también para decidir qué es lo que vamos a hacer con nuestros recursos naturales. Creo que la CGT tiene que tener su propio observatorio de estadísticas, tener su propio índice de inflación, su propio instituto de formación y capacitación. Tiene que ser una una central sindical que esté continuamente en movimiento. Cada uno en nuestro sindicato tenemos una dinámica de estar constantemente en movimiento. Eso lo tenemos que trasladar a la CGT, con los matices y las diferencias que puedan existir, pero con un objetivo en común. Nosotros tenemos que ser parte de la solución, en el sentido de que a la Argentina le tiene que ir bien. Y no sólo propositivamente sino que tenemos que demostrarle a la sociedad que somos un sindicalismo de gestión.

El secretario de Trabajo, Julio Cordero, y la CGT, en una reunión realizada en 2024

¿Cómo pueden revertir la mala imagen que tienen en la sociedad, según marcan las encuestas?

— Mayormente, esos sectores que tienen una posición agresiva son muy minúsculos. Tenemos que empezar a mostrar lo que hacemos en nuestras organizaciones y la importancia de estar afiliado a un sindicato. No es solamente por los beneficios, por tener un hotel más o menos, sino saber que tenés derechos, que no te pueden avasallar ni te pueden echar porque se les ocurra. Tenemos que tener la capacidad de demostrar todas las cosas buenas que hacemos y cómo influimos en la vida diaria de las personas. El desafío más grande que tenemos como central sindical es construir acuerdos estratégicos con todos aquellos sectores que nos pueden dar volumen y creatividad, como los sectores académicos, científicos. Tienen que sentir que la CGT es de puertas abiertas. ¿Por qué no pueden venir los chicos de las escuelas a recorrer una central sindical que tiene 95 años de historia? Es parte de la historia argentina. ¿Por qué en “La noche de los museos” la CGT no puede abrir su edificio para que la gente la recorra y lo vea?

— Los triunviratos de la CGT nunca funcionaron bien y siempre terminaron divididos. ¿Cómo imagina la experiencia junto con Argüello y con Sola?

Las diferencias y los matices existieron en la CGT desde su fundación, en 1930. No es algo que nos tenga que preocupar. Es una institución donde conviven distintas expresiones y no todos piensan de la misma manera. Lo importante es que, aun teniendo diferencias y matices, podamos consolidar una unidad. Si no hay vanidades personales y todos tenemos un objetivo en común, no tendría por qué haber grandes problemas. El objetivo común está muy claro y también cuáles son los intereses que representamos. En lo personal, no quiero construir sobre mi figura sino que mi proceso apunte a poder hacer algo, que pueda hacer algo bueno para los trabajadores, para que podamos dar esta discusión de la reforma laboral sin perder derechos, consolidando esta unidad, dejando una CGT mucho más grande, con más recursos… ¿Por qué no soñar con que la CGT tenga su propia universidad? Apostamos a todas esas cosas, aunque las diferencias pueden existir. Pero tenemos que plantearlas puertas adentro y seguir la agenda que tenemos.

¿Esta CGT va a tener una impronta más dialoguista o más dura? ¿Cómo quiere que sea?

— Es que no se trata de que sea más dialoguista o más dura. Se trata de la necesidad que demande este momento. Tanto diálogo como sea necesario, tanta lucha como sea necesaria. Apostamos al rol institucional que nos compete para tratar de buscar acuerdos, construyendo la paz social que necesita nuestro país.