
La Iglesia Católica argentina abrió hoy la 127° Asamblea Plenaria de Obispos con un mensaje enfático sobre la “participación sin exclusiones” y un mensaje al Gobierno y a la política en general, tras las últimas elecciones. El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y arzobispo de Mendoza, Monseñor Marcelo Colombo, instó a los gobernantes a construir consensos, haciendo una defensa categórica de la dignidad de discapacitados, jubilados y pobres.
En Pilar, Provincia de Buenos Aires, la cúpula de la Iglesia Católica del país se reunió en la Casa de Retiros El Cenáculo para dar inicio formal a la 127° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina. El evento cuenta con la presencia de la plenitud del episcopado nacional y comenzó con la tradicional misa de apertura, presidida por Monseñor Colombo. La homilía se instituyó como documento de referencia y de llamado a la acción, analizando las dinámicas de exclusión vigentes y afirmando la importancia de un diálogo amplio en la vida pública nacional.
Ante un auditorio integrado por unos cien obispos —diocesanos, auxiliares, eméritos y el Nuncio Apostólico Monseñor Miroslaw Adamczyk como figura protocolar— la palabra de Colombo se transformó en brújula moral y pastoral en un contexto marcado por la crisis económica y la polarización social. La Iglesia congregó a sus referentes en un clima de profunda incertidumbre y debate nacional.
Monseñor Colombo inauguró el mensaje celebrando la fraternidad episcopal en el marco del Año Jubilar de la Esperanza propuesto por el Papa Francisco, conmemorando los 1.700 años del Concilio de Nicea. Esta referencia permitió ubicar el encuentro como oportunidad para “poner signos de esperanza allí donde la realidad nos desafía”.

La homilía tomó como eje la lectura del Evangelio de Lucas (Lc 14, 1-14), en la que Jesús invita a su banquete “a los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos”. Colombo subrayó que el mensaje de Jesús desafía y desestabiliza la lógica social habitual, fundada en la reciprocidad y el reconocimiento mutuo. Señaló que “el criterio fundamental es la gratuidad, imitando la acción de Dios, dando sin esperar recompensa”. Así, la diferencia de valores es profunda: “Desde la mirada de Dios, el mundo se ve y se valora de una forma diferente. Allí, los pobres y marginados tienen lugar en la fiesta”.
Retomando ideas del Papa León, el prelado reforzó que “el afecto por el Señor se une al afecto por los pobres”, y que el contacto con quienes carecen de poder representa un encuentro esencial con Dios. La atención a los más vulnerables, aclaró, no es una expresión de beneficencia sino que pertenece al ámbito de la Revelación.
El punto culminante del mensaje fue claro: “Si la vida puede ser entendida como una fiesta a la que todos estamos llamados, nadie puede ser excluido. No hay poder humano sobre el derecho a la vida y a la participación de los dones de Dios”. El principio de no exclusión se erigió así como el fundamento de los reclamos de la Iglesia.
La defensa de la dignidad humana y el derecho a la vida en “todas las etapas de la existencia” fue señalada como bandera central. Monseñor Colombo detalló el compromiso de la Iglesia, mencionando explícitamente colectivos afectados por la situación argentina. Citó a las personas con discapacidad, los jubilados —cuya situación es crítica—, adictos y víctimas de trata, así como a niños y jóvenes afectados por la “ludopatía virtual”, fenómeno atribuido a “intereses espurios, permitida y alentada con la complicidad de muchos actores políticos y sociales”.
El arzobispo instó a luchar con todas las energías para que nadie quede excluido por mezquindad, avaricia o por el desinterés hacia los más vulnerables. Recurriendo nuevamente al Papa León, insistió sobre la responsabilidad de “hacer oír una voz que despierte, denuncie y se exponga”, para que las estructuras de injusticia sean identificadas y destruidas a partir de un cambio de mentalidad y de políticas eficaces.

Llamado directo al poder político
El concepto de la “fiesta sin exclusiones” fue trasladado por Colombo a la idea de amistad social, entendida como el espacio grupal donde todos están invitados. El pasaje más directo a la dirigencia política ocurrió al afirmar:
“Quienes tienen un mandato de su pueblo para el ejercicio de un cargo no deben ignorar la voz y los aportes de todos los miembros y sectores de esa comunidad, algunos de los cuales tienen representación política parlamentaria y su propio espacio de manifestación institucional. La construcción permanente de consensos debería ser el norte de quienes quieran gobernar con amor, inteligencia y pasión por el bien de su pueblo”, afirmó Monseñor Colombo.
Esta declaración se leyó como exhortación a ampliar las bases de diálogo y evitar la toma unilateral de decisiones, integrando todas las fuerzas y voces que componen el entramado social y político.
Monseñor Colombo describió la Asamblea Plenaria como expresión de la colegialidad episcopal, guiada por el principio de que “las prácticas auténticas de sinodalidad permiten a los cristianos desarrollar una cultura capaz de profetizar críticamente frente al pensamiento dominante y ofrecer así una contribución distintiva a la búsqueda de respuestas a muchos de los retos a los que se enfrentan las sociedades contemporáneas y a la construcción del bien común”.
El trabajo plenario —que la Iglesia realiza dos veces al año— está orientado a “escuchar y compartir inquietudes y experiencias apostólicas, así como los problemas y sufrimientos de las comunidades, sus sueños y proyectos”. El objetivo de cada jornada es reflexionar sobre la actitud profética que el Señor le pide a su Iglesia y asegurar que la sinodalidad vivida en la escucha permita construir una Patria con verdadera Amistad Social y orientada al bien común.
Cronograma y temáticas clave
La 127° Asamblea Plenaria se desarrolla del lunes 3 al viernes 7 de noviembre en Pilar. La conducción corresponde a la Comisión Ejecutiva de la CEA, compuesta por Monseñor Colombo, el cardenal Ángel Rossi SJ (arzobispo de Córdoba y vicepresidente primero), Monseñor Daniel Fernández (obispo de Jujuy y vicepresidente segundo), y Monseñor Raúl Pizarro (obispo auxiliar de San Isidro y secretario general).

El cronograma prevé sesiones de debate y reflexión diarias. Los obispos iniciaron el lunes compartiendo un intercambio pastoral, instancia clave para exponer las realidades de cada diócesis.
Uno de los puntos centrales del temario será la reflexión sobre el camino sinodal y la adaptación de las estructuras de la Conferencia Episcopal a nuevas realidades eclesiales, con énfasis en la consulta y la participación.
Además, se abordarán temas vinculados a la atención médica y previsional de sacerdotes, religiosos y religiosas en Argentina, responsabilidad de CEA–San Pedro, organismo de la Conferencia Episcopal. Su estabilidad y continuidad aparecen como asuntos críticos para el sostenimiento del clero.
El jueves se destinará a la interacción con el laicado, a través del trabajo compartido entre obispos y los laicos, sacerdotes, consagrados y consagradas que colaboran en las distintas comisiones. Este momento de diálogo fraterno culminará con una misa, expresión de comunión eclesial.
La Asamblea concluirá el viernes 7 de noviembre con un gesto espiritual de relevancia en el Año Jubilar: los obispos peregrinarán a la Basílica de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, y celebrarán la Santa Misa al mediodía.
La Conferencia Episcopal Argentina invitó a todo el pueblo de Dios a acompañar a sus pastores con la oración, para que el Espíritu Santo guíe el discernimiento y la Virgen María sostenga la unidad y la esperanza. Desde el inicio, el mensaje de Monseñor Colombo estableció el tono de una Asamblea que buscará articular la fe con las urgencias sociales y políticas del país.
		


