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Al ritmo del aumento de los precios de la exportaciones, las tarifas y de una presión fiscal cada vez mayor, el gobierno se propone ajustar salarios y jubilaciones.

La recaudación tributaria aumentó en septiembre casi 120% respecto de igual mes del año anterior, lo que pone al descubierto que no sólo ha aumentado la presión fiscal sino que sigue por encima de cualquier proyección de inflación.

Al ritmo del aumento de los precios de la exportaciones, las tarifas y de una presión fiscal cada vez mayor, el gobierno se propone ajustar salarios y jubilaciones por la depreciación producida por la inflación y basar todo su arsenal en capta la renta exportadora.

De allí que el gobierno no haga ninguna objeción a las constantes demandas salariales de los gremios. Por el contrario, sabe que esas demandas más tarde serán licuadas por la inflación que se transformará en un monstruo indomable en 2023.

Para el gobierno se trata de un roll over hacia 2023, esto es, más inflación que lleva a más tasa de interés, más devaluación aunque siempre con retraso para generar el denominado efecto riqueza, y más deuda vía pasivos remunerados del Banco Central. Un círculo vicioso que va a explotarle en las manos a quien asuma en diciembre del año próximo.

Otro punto oscuro de la gestión Massa es que se ha registrado la mayor cantidad de importaciones de los últimos diez años, y sin embargo, faltan insumos, repuestos y todo tipo de bienes importados. ¿Cómo puede ser? ¿Dónde fueron los dólares que vendió el BCRA a los importadores? Silencio.

Lo cierto es que el esquema del dólar-soja le costó al gobierno una emisión monetaria adicional de 400.000 millones de dólares que van a tener efecto en el mercado dentro de un año y que obligarán a emitir más pasivos para neutralizarlo. Más liquidez, que trae más inflación y más deuda que trae más déficit, más emisión, más inflación y más deuda… y así hasta que todo explote.

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