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Se celebra oficialmente desde el siglo VIII y recuerda a los cristianos que vivieron en la fe y la caridad.

“No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios, porque «fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente”.

Con estas palabras el Papa Francisco se refiere en su exhortación apostólica Guadete et exsultate a la Fiesta de Todos los Santos, también conocida como Pascua de Otoño. La celebración fue establecida el 1º de noviembre por el Papa Gregorio III (90° Papa de la Iglesia vivió entre 690 y 741) en coincidencia con la consagración en la basílica de San Pedro de una capilla dedicada a las reliquias de los Santos Apóstoles.

Sin embargo, esta fiesta ya era conocida en Europa desde el siglo VIII, incluso mucho antes. En el siglo IV comenzó la conmemoración de los mártires en Antioquía (actual Turquía) el domingo después de Pentecostés, según relatos de San Juan Crisóstomo.

¿Por qué la Iglesia le dedica un día especial a todos los Santos en su conjunto? Según el Vaticano, el 1º de noviembre se recuerda “a todas las personas, hijas e hijos de Dios, que vivieron la fe, la esperanza y la caridad siguiendo el ejemplo de Jesucristo y que practicaron de manera eminente las bienaventuranzas descritas en el Sermón de la Montaña (Mt 5, 1-12)”.

El Vaticano agrega que la fiesta “nos recuerda que podemos vivir ya desde ahora en la vida eterna si nos comprometemos con determinación a transformar este mundo con la fuerza del Evangelio”.

El Papa explica que “la santificación es un camino comunitario, de dos en dos. En varias ocasiones la Iglesia ha canonizado a comunidades enteras que vivieron heroicamente el Evangelio o que ofrecieron a Dios la vida de todos sus miembros”. Por ejemplo, los siete fundadores de la Orden de los Siervos de María o las siete beatas del primer Monasterio de la Visitación, en Madrid.

Inclusive, como recuerda el Papa, hay muchos matrimonios santos, donde cada uno fue un instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge. “Vivir o trabajar con otros es, sin duda, un camino de desarrollo espiritual. San Juan de la Cruz decía a un discípulo: “estás viviendo con otros «para que te labren y ejerciten”, dice Francisco en la exhortación Guadete et exsultate.

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